31 de Marzo del 2025
"Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas, porque el viento era contrario." (Mateo 14:24.)
Con mucha frecuencia los vientos que hay en algunas épocas son muy desagradables y tempestuosos. ¿No representan de cierta forma las tormentas que hemos sufrido en la vida? No obstante, debo de alegrarme por haber conocido ciertos contratiempos. Es mucho mejor que descienda la lluvia y venga el diluvio que el permanecer perpetuamente en la Tierra de Loto, donde parece que solamente existe la tarde; o que el estar en el Valle de Avilión, donde jamás sopla el viento fuerte. Las tempestades de la tentación aparecen muy crueles, pero, ¿no aumentan intensamente el deseo de orar? ¿No me obligan a que me agarre más fuertemente a las promesas? ¿No me dejan después con un carácter refinado?
Las tormentas ocasionadas por la pérdida son muy agudas, pero son también un medio que el Padre utiliza para conducirme a Él, con el fin de poder hablar a mi corazón en el secreto de Su presencia, de una forma apacible y cariñosa. El Maestro posee una clase de gloria, la cual solamente puede verse cuando el viento es contrario y el barco se balancea con las olas.
"Jesucristo no es una seguridad contra las tormentas, sino que Él es una perfecta seguridad en las tormentas. El nunca te ha prometido un pasaje fácil, sino un desembarque seguro."
¡Maestro, se encrespan las aguas!
¡Y ruge la tempestad!
Los grandes abismos del cielo
Se llenan de oscuridad;
¿No ves que aquí perecemos?
¿Puedes dormir así;
Cuando el mar agitado nos abre
Profundo sepulcro aquí?
Maestro, mi ser angustiado
Te busca con ansiedad;
De mi alma en los antros profundos
Se libra cruel tempestad;
Pasa el pecado a torrentes
Sobre mi frágil ser
¡Y perezco, perezco, Maestro!
¡Oh, quiéreme socorrer!
Los vientos, las ondas oirán Tu voz,
"¡Sea la paz.'''
Calmas las iras del negro mar,
Las luchas del alma las haces cesar,
y así la barquilla lleva el Señor,
Hundirse no puede en el mar traidor.
Doquier se cumple Tu voluntad,
",Sea la paz! ,Sea la paz!"
Tu voz resuene en la inmensidad,
"¡Sea la paz! ¡Sea la paz!
Maestro, pasò la tormenta,
Los vientos no rugen ya,
y sobre el cristal de las aguas
El sol resplandecerá;
Maestro, prolonga esta calma,
No me abandones jamás,
Cruzaré los abismos contigo,
Gozando bendita paz.
-H. R. Palmero
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