16 de Enero del 2025
"Y se levantó una gran tempestad." (Marcos 4:37.)
Algunas de las tempestades de la vida ocurren rápidamente: una gran aflicción, un disgusto desagradable, una derrota aplastante. Otras vienen paulatinamente. Aparecen sobre los bordes andrajosos del horizonte con un tamaño inferior al de la mano de un hombre, pero la opresión que parece tan insignificante se extiende hasta llegar a cubrir el cielo y abrumarnos. Sin embargo, en la tempestad es donde Dios nos equipa para el servicio. Cuando Dios desea un roble, El lo planta en un lugar donde las tormentas lo castigan y la lluvia cae sobre él, y es en medio de la batalla con los elementos donde el roble gana sus fuertes y magníficas fibras y se convierte en el rey del bosque.
Cuando Dios quiere hacer un hombre, Él lo coloca en medio de alguna tormenta. La historia del género humano siempre es brusca y tempestuosa. Ningún hombre se ha formado por completo hasta que no se ha sumergido en el fondo de la tormenta y ha hallado el cumplimiento sublime de la oración: "Oh Dios, tómame, quebrántame, hazme."
Un francés pintó un cuadro de un genio universal. En él aparecen oradores, filósofos y mártires; es decir, todos aquellos que han hecho algo prominente en alguna fase de la vida. El hecho extraordinario en el cuadro es éste: Que todo hombre que es prominente por su habilidad, ha sido primero prominente en el sufrimiento. En el primer plano está el hombre a quien se le negó la tierra prometida, Moisés. A su lado hay otro sintiendo su camino el ciego Homero. Milton está allí ciego y descorazonado. También hay la figura de UNO que se eleva sobre todos los demás. ¿Cuál es su característica? Su Rostro está desfigurado más que el de ningún otro hombre. El artista podía muy bien haber escrito debajo de aquel gran cuadro, "La Tempestad."
La belleza de la naturaleza se produce después de la tempestad. La belleza abrupta de la montaña, nace de la tormenta, y los héroes de la vida son aquellos que llevan las señales de la batalla y han sido limpiados por la tormenta.
Tú has estado entre las tempestades y has sido tocado por los vientos. ¿Te han dejado quebrantado, fatigado y golpeado en el valle, o te han elevado a las cumbres solares de una visibilidad más rica, más profunda y más estable?
El viento rudo matar no puede
El árbol por Dios sembrado.
Sopla el viento por Doquier,
Sus raíces se afirman más,
Sus ramas se extienden más,
Dios suple toda su necesidad.
La tempestad furiosa dañar no puede
Al árbol por Dios cuidado;
Ni rayo, ni aguas, ni huracán,
Cuando cesen ya sus furias,
Queda el árbol por Dios cuidado,
y de día en día crece su hermosura.
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