Hace algún tiempo, al principio de la primavera, iba a salir a la puerta, cuando del alrededor de la esquina vino un soplo de aire del este, desafiador, cruel, fiero y seco, trayendo una nube de polvo delante de la puerta. Al acabar de quitar el llavín de la puerta, dije con cierta impaciencia, "Por qué no " iba a decir, "cambiará este viento;" pero la palabra se me cortó, y no terminé la frase. A medida que caminaba, el incidente llegó a ser para mí una parábola. Entonces vino un ángel con una llave y dijo:
"Mi Maestro te envía Su amor y me ha pedido que te entregue esto." "¿Qué es eso?" pregunté con cierta duda. "La llave de los vientos." respondió el ángel, y desapareció.
Ahora sí que voy a ser feliz. Me apresuré hacia las alturas de donde los vientos procedían y permanecí entre las cavernas. "Terminaré de la manera que sea con este dichoso viento del este, para que no nos moleste más," alcé la voz; y llamando a aquel viento enemigo, cerré la puerta, y el ruido de sus ecos podía oirlo resonando en las oquedades. Entonces dí una vuelta a la llave con cierto aire de triunfo y dije: "Por fin hemos acabado de una vez con este viento."
"¿Con qué lo sustituiré?" me pregunté, mirando a mi alrededor. "El viento del sur es muy agradable" y me acordé de los corderitos, de la juventud de todas partes, y de las flores que habían empezado a adornar los setos vivos. Pero al ir a poner la llave en la cerradura, noté que me quemaba la mano.
"¿Qué es lo que estoy haciendo?" grité "¿Quién puede saber el mal que voy a causar con mi acción? j Cómo puedo yo saber lo que los campos necesitan! Voy a causar miles de males con mi estúpido deseo."
Aturdido y avergonzado, levanté mi ojos y rogué al Señor que volviese a enviar Su ángel por la llave, y prometí que jamás volvería a sentir deseo de tenerla.
Pero he aquí, que el Señor mismo estaba junto a mi lado. Extendió su mano para tomar la llave, y al dársela, vi que la colocó sobre las señales de las heridas grandes,
Sentí un profundo dolor, por haber murmurado contra algo que Él hizo, y que lleva las señales sagradas de Su amor. Entonces Él tomó la llave y la colgó en su cintura.
"¿Guardas la llave de los vientos,?" le pregunté.
"Sí, hijo mío," me contestó con mucha ternura.
Lo miré nuevamente y ví colgadas todas las llaves de toda mi vida. El vió mi mirada de espanto, y me preguntó, "¿Ignorabas, hijo mío, que mi reino domina sobre todos?"
"¡Sobre todos Señor!," contesté; entonces "No puedo obtener ninguna seguridad, murmurando." Entonces, colocando Su mano sobre mí, me dijo con mucho cariño, "Hijo, tu única seguridad en todo, está en que ames, confíes y alabes." -Mark Guy Pearse.
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