Cuantos temores nos acechan para llevarnos a la duda, al miedo y con ellos sacarnos del propósito perfecto de Dios, corrernos del camino de la bendición y dejarnos dando vueltas en el desierto y desolación de la incertidumbre.
Que nuestra oración se eleve como la del salmista rogando Él quite esas distracciones y nos enseñe su visión, como testimonio de su verdad.
Anhelemos hoy oirle, que esa palabra arrulle nuestro corazón como la madre al recién nacido, dandonos esa confianza y seguridad de que en sus manos estamos seguros y podemos estar confiados en que todo obrará la justicia de Dios.
Bendiciones.
Imprimir artículo
No hay comentarios:
Publicar un comentario