15 de Mayo del 2025
"Los hombres no pueden ver la luz esplendente de los cielos." Job 37:21, Versión Inglesa.
El mundo debe una gran parte de su belleza a las nubes. El azul inmutable del cielo difícilmente puede recompensar la gloria y constantes cambios de las nubes. La tierra se convertiría en un desierto, si no fuese por su administración. Hay nubes en la vida humana, que la oscurecen, refrigeran y algunas veces la envuelven en la negrura de la noche; pero no existe ninguna nube sin su luz brillante. "Mi arco pondré en las nubes."
Si nos fuese posible ver las nubes por la parte opuesta, donde permanecen con su auréola ondulada, bañada por la luz que interceptan como una acumulación de Alpes alineados, nos quedaríamos pasmados de su esplendorosa magnificencia.
Nosotros solamente nos fijamos en sus partes menos elevadas; pero, ¿Quién puede describir la brillantez de la luz que baña sus cumbres, explora sus valles y se refleja desde cada pináculo de su expansión? ¿No son ellas las portadoras de cada gota de agua que produce las cualidades mejores y más saludables? Oh, hijo de Dios! Si tú pudieras ver tus penas y turbaciones por el otro lado. Si en vez de verlas desde un punto de vista terrenal, las mirases desde los lugares celestiales donde te sientas con Cristo; si supieras que tus penas están reflejando con belleza prismática ante la contemplación del cielo, la luz brillante de Cristo, te contentarías con que estas aflicciones arrojasen sobre tu existencia sus sombras amargas y profundas. Recuerda solamente que las nubes siempre se están moviendo y pasando delante del viento purificador de Dios. -Seleccionado.
Salmo 139: 11 y 12 11 Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán; Aun la noche resplandecerá alrededor de mí. 12 Aun las tinieblas no encubren de ti, Y la noche resplandece como el día; Lo mismo te son las tinieblas que la luz.
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