7 de Abril del 2025
"Su fortaleza estaría en sentarse y permanecer quietos." Isaías 30:7. (Versión Inglesa.)
Para conocer verdaderamente a Dios, la quietud interior es absolutamente necesaria. Recuerdo cuando aprendí esto por vez primera. En un ocasión me ví enfrentado con una necesidad urgente y todo mi ser parecía palpitar de inquietud. Mi necesidad requería una acción, inmediata y rigurosa, pero las circunstancias en que me encontraba eran tales que no podía hacer nada, y la persona que podía, no se movía para hacerlo.
Durante un cierto tiempo parecía que iba a destrozarme, cuando de repente la voz pequeña y apacible susurró en la profundidad de mi alma, "Estad quieto, y conoced que Yo soy Dios." (Salmo 46:10.) La palabra tenía poder, y yo escuché. Hice que todo mi ser se calmase y esperé; entonces supe que era Dios, Dios que había venido a ayudarme en aquella grandísima necesidad y a darme paz y descanso. Fué una experiencia tal, que no la cambiaría por nada de este mundo, y puedo también añadir, que de dicha calma surgió tal poder para tratar con la necesidad, que en muy poco tiempo terminó con ella de una forma victoriosa. Entonces aprendí que efectivamente mi "fortaleza estaba en sentarme y permanecer quieto." -Hannah Whitall Smith
Hay una pasividad perfecta que no es indolencia. Es una quietud viva que nace de la confianza. La tensión calmada no es confianza, es simplemente inquietud comprimida.
En Jesús mi esperanza reposa,
Mi placer es tan sólo Jesús.
y mi vida por El es gloriosa,
Cual gloriosa su muerte de cruz.
Alma pura que al cielo se eleva
Que palpita del hombre en amor,
En Jesús mi gozar se renueva,
Porque en El se templó mi dolor.
Yo sufrí mil pesares del mundo,
Yo las dichas del alma perdí,
Era acíbar mi llanto profundo,
Era inmenso el dolor que sufrí.
Pero luego en Jesús la mirada
Con amor entrañable fijé,
y mi alma quedó consolada,
Porque en El mis venturas hallé.
Imprimir artículo