Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada. Juan 15:5 (NVI)
La afirmación rotunda de Jesucristo es excluyente: “Yo soy… y nadie más”. Estamos acostumbrados a oír estas palabras del Señor, pero no siempre calamos en su sentido profundo, lo que nos ayudaría a establecer una relación personal con el Señor. Jesucristo no es uno más, por excelente que pudiera ser comparándolo con otros personajes. Jesucristo es singular, único, y no hay otra figura que se le pueda comparar. Tal singularidad radica en el hecho de que Jesús es el Hijo de Dios.
Que Jesucristo se presente como “el camino y la verdad y la vida” debiera hacernos caer en la cuenta de que no hay otro camino ni otra verdad ni otra vida que ofrezcan la seguridad y garantía que ofrece el Señor. La triple afirmación de Jesucristo es totalmente dinámica. No se trata de “ir tirando”, como a veces decimos, sino de vivir en plenitud y de caminar con decisión y total seguridad, porque con Jesucristo no hay margen de error, puesto que él es “la verdad”.
En la actualidad escuchamos a muchas personas, acerca de su "Yo" un tanto mas importante que el mismo Cristo, una generación egoísta que solo piensa en si mismo. Pero la tarea como "Hijos de Dios" es que apartándonos de toda las cosas que desagradan a nuestra propia vida perfeccionemos nuestra santidad en el temor de Dios (2 Corintios 7:1)
Gran desafío para el tiempo que vivimos, donde pululan incontables voces que gritan: “yo”, “yo”, “yo”. Los cristianos necesitamos injertarnos en Jesús, ser parte de el, ser uno con el, y desde el Señor aprender a relativizar todas las cosas, puesto que el único absoluto es el que nos asegura: “Yo soy” (y nadie más).
Ministerio Jesús la Forma de Vida.
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