Cada vez más el hombre moderno trata de
protegerse de todos los peligros posibles. De ahí viene la ganancia de
las compañías de seguros.
Un creyente escribió: «Hay riesgos que
amenazan la vida; hay otros que constituyen su fuerza y belleza, por
ejemplo el riesgo de perder su vida por salvar otra; el riesgo de
casarse con la persona amada, o el de quedarse soltero para servir
mejor; e incluso el de dar algo sin esperar nada a cambio».
Seguir a Jesús también significa ir por un camino sembrado de
obstáculos, correr el riesgo de ser incomprendido y, a veces,
perseguido. ¡No temamos! Jesús no prometió una vida fácil y sin pruebas a
los que creyesen en él. ¿Cómo podría ser de otro modo cuando él mismo
fue rechazado? Pero nos prometió lo siguiente: “Yo estoy con vosotros
todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20).
Seguir a
Jesús significa avanzar por un camino donde temores y liberaciones se
suceden, dejando un recuerdo de profundo agradecimiento. El camino del
creyente es como una antorcha de vida en medio de nuestro mundo
oscurecido por el miedo, estropeado por el mal. El discípulo de Jesús es
llamado a mostrar la vida que viene de Dios, una vida que se acerca a
los que están acosados por la adversidad y el pecado. El creyente,
cuando sigue a Jesús, sabe amar frente al odio, testificar, perdonar,
ser diferente y perderlo todo. Algunos entregaron su vida por el Señor y
por sus hermanos. No os amedrentéis por temor de ellos, ni os
conturbéis, sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y
estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y
reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en
vosotros. 1 Pedro 3:14-15
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