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jueves, 27 de noviembre de 2025

Vuelve a florecer.



 "Porque ninguna cosa es imposible para Dios." Lucas 1:37.

En los lejanos y elevados valles alpinos, Dios obra año tras año, una de Sus obras maravillosas. Grandes trozos de nieve permanecen allí, con hielo sobre sus bordes, causado por la contienda de noches de frío y de días calurosos. Sobre la costra de estos trozos de hielo florecen sin ser dañadas, infinidad de flores.

Durante los días de verano, una pequeña planta llamada soldanela extiende sus hojas ampliamente y las coloca sobre el terreno para absorber los rayos solares y guardarlos almacenados en sus raíces durante el invierno. Cuando llega la primavera, reaviva la planta aún debajo de la capa de nieve, y al germinar, recibe una cantidad de calor tan extraordinaria, que termina por derretir la nieve que la cubre.

La planta cada vez crece más y más hasta que en su interior llega a formarse sin dificultad el capullo de la flor, y hace que la cubierta de hielo ceda y le permita gozar de los rayos solares. La textura cristalina de sus pétalos, reluciendo como la misma nieve, lleva en sí las huellas de la huida por que ha tenido que atravesar.

Está débil y preciosa flor produce un eco en nuestros corazones, como no puede hacerlo ninguna de las flores numerosas que crecen y se nutren de calor en bellísimos trozos de terreno. Nosotros nos complacemos en ver hecho lo imposible, y lo mismo le sucede a Dios.

Persevera hasta el fin. Destierra toda sombra de esperanza que hayas puesto en lo humano, y considéralo como un obstáculo para lo divino. Acumula todas las dificultades, no podrás ir más allá de lo imposible. Haz que tu fe llegue a Él. El es el Dios de lo imposible.

Isaías 26:20 Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación.

Hebreos 12:2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.

Filipenses 1: 3-7 Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros, 4 siempre en todas mis oraciones rogando con gozo por todos vosotros, 5 por vuestra comunión en el evangelio, desde el primer día hasta ahora; 6 estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo; 7 como me es justo sentir esto de todos vosotros, por cuanto os tengo en el corazón; y en mis prisiones, y en la defensa y confirmación del evangelio, todos vosotros sois participantes conmigo de la gracia.

Filipenses 1: 12-14 Para mí el vivir es Cristo

12 Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han redundado más bien para el progreso del evangelio, 13 de tal manera que mis prisiones se han hecho patentes en Cristo en todo el pretorio, y a todos los demás. 14 Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor.




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